Horario de Atención

Lunes a Viernes de 13.00 a 19.00 hs. 1 Piso de la Sociedad Hebraica Argentina - Sarmiento 2233

viernes, 27 de junio de 2014

Misceláneas judías para la pausa del Sábado

29 de Sivan de 5774

Poemas de Yehuda Amijai
 
Turistas

Una vez, me senté en las gradas junto a una de las
puertas de la Ciudadela de David. Las dos pesadas
canastas, las puse a mi lado. Un grupo de turistas
estaba parado ahí alrededor del guía y les serví de
señal, de punto de referencia. "¿Veis a ese hombre
con las canastas? Un tanto a la derecha de su
cabeza hay un arco del período romano. Un tanto a
la derecha, encima de su cabeza". "¡Pero se mueve,
se mueve!" Me dije: la redención vendrá sólo
cuando les digan: "¿Veis ahí ese arco del período
romano? No importa: pero junto a él, un tanto a la
izquierda y debajo de él, está sentado un hombre
que ha comprado frutas y verduras para su familia".



                               *********                                                              

La turista

Ella me mostró sus cabellos girando
a los cuatro vientos de su llegada.
Yo le mostré algunos caminos míos plegadizos
y el truco de la cerradura.
Ella me preguntó por mi calle y mi casa
y solté una carcajada.
Ella me mostró esta larga noche
y el interior de sus treinta años.
Yo le mostré el lugar donde una vez
me puse tefilin.
Le traje versos y proverbios y arenas de Eilat
y las Tablas de la Ley y el maná de mi muerte
y todos los milagros que en mí no cicatrizaron.
Ella exhibió frente a mí las etapas
de la alegría y la copia de su infancia.
Yo le revelé que el Rey David
no está enterrado en su tumba,
que yo no vivo en mi vida.
Ella me creyó.
Mientras yo meditaba, ella comía.
El mapa de la ciudad estaba extendido
sobre la mesa:
una de sus manos sobre Katamon,
mi palma sobre su palma.
La taza cubría la Ciudad Antigua.
Caía ceniza sobre el hotel “King David”.
La pena de los patriarcas nos acompañaba.
Un llanto arcaico nos concedió la desnudez.

**************************************************************************
Yehuda Amijai nació en Würzbuerg, Alemania, en 1924 con el nombre de Ludwig Pfeüffer, en el seno de una familia con profundas raíces religiosas y sionistas. Poco después de la llegada de Hitler al poder, su padre tuvo clara visión de los peligros que los judíos corrían en Alemania, especialmente después de que los nazis incendiaron el negocio familiar. En 1935, Amijai llegó a Palestina con sus padres y hermana y a partir de 1937 se asentó en Jerusalem por el resto de su vida.
Amijai participó en la Segunda Guerra Mundial como voluntario de la Brigada Judía y más tarde como miembro activo de la Hapalá (Organización para la inmigración ilegal a Palestina). En sus poemas está claramente presente el tema de la guerra y la muerte.
Al terminar la Guerra de la Independencia comenzó a estudiar Literatura y Biblia en la Universidad Hebrea, ejerciendo posteriormente la docencia.
Comenzó a publicar a fines de la década del ´40. Fue autor de unos 15 volúmenes de poesía, una novela, una colección de cuentos y algunos libros infantiles.
Desde entonces, ha recibido numerosos e importantes premios, fue traducido a varios idiomas, fue elogiado por la crítica internacional y fue nombrado Poeta Nacional por el Parlamento.
Yehuda Amijai revolucionó el lenguaje poético respecto a los poetas y escritores que lo precedieron. Su creatividad fue moderna tanto en el lenguaje como en el contenido. Sus poemas hablan de lo cotidiano, de las experiencias existenciales de los hombres, del amor, de sus compañeros en la batalla, de su ciudad. Con humor e ironía, colocó, en el centro, al individuo quien a pesar de su conciencia del entorno y sentirse parte de él, constituyó un observador privilegiado de la realidad siendo espectador directo, abierto y nada pretensioso de los sucesos generales y nacionales.
El 22 de septiembre de 2000 moría en el hospital Hadassah de “su” ciudad Jerusalem, el poeta Yehuda Amijai, uno de los representantes fundamentales de las letras israelíes.
Amijai, conviene recordarlo, significa Mi pueblo vive.

jueves, 19 de junio de 2014

Misceláneas judías para la pausa del Sábado

22 de Sivan de 5774

El gato dorado (fragmento) de Germán Rozenmacher

- Ya llegaste ¡eh? cretino – su mujer lo insultaba desde abajo, porque era pequeñita y siempre tenía una flor sobre el vestido de salir, de terciopelo, aunque de tanto usarlo para entrecasa eso ya ni se notaba. La mujer estaba enamorada del pianista sin remedio. Siempre lo insultaba por haberla enterrado allí desde hacía años, por su desamor, y por pasarse la vida tocando en bailes de mala muerte y en casamientos y en aquel sótano, mientras sus paisanos acumulaban dinero. El artista le acariciaba el cabello y su ternura trataba de acallarla. Había dejado de escucharla hacía mucho. No la odiaba, pero tampoco la amaba. El artista amaba al gato. Y no la oía desde que comenzaba a gritar al amanecer contra la miseria y la tristeza, mientras él se paraba tiritando descalzo sobre los mosaicos fríos y se vestía sintiendo anhelosamente todo aquello que desentrañaría junto al piano aquella tarde como lo había hecho desde que tenía memoria, cuando había descubierto su duro oficio de músico. Y por las tardes solía pensar en aquella otra época, antes de venir a Buenos Aires cuando era muy joven y tocaba el acordeón vagando por las calles de pequeños pueblos europeos.
Entonces tenía dos camaradas: el manso violinista pálido con su barba de rabino y el agobiado clarinetista con su largo capote que olía a vino y su gorro de visera. En el crepúsculo, cruzaban la llanura nevada de pueblo en pueblo, de chacra en chacra, sus tres sombras violetas fugitivas sobre la nieve, sus figuras oscuras recortadas contra el cielo, bailando y tocando para sí mismos, uno tras el otro en fila india, en la inmensidad de la llanura nevada, libres como pájaros, creando mundos efímeros e inaprensibles, melodías como humo, tocando canciones más antiguas que sus propias memorias. Y en los pueblos tocaban en la calle, con judíos respetables con abrigos de cuellos de piel haciéndole corrillo y echando monedas en el gorro de la visera. Aunque la mayoría de los judíos no fueran ricos y vivieran en la tristeza y la miseria y apenas juntaban algo de valor, algún pogrom oportuno se encargaba de arrebatárselo. Pero ellos traían la alegría. Y tocaban en las casas, en los casamientos y los bautizos, y les daban pan negro y un vaso de té, como pago. Y las madres les decían a sus niños: Cuidado con los artistas, esos “shnorers”, esos “harapientos”, pero los amaban y les temían, porque ellos le daban nombre a todas las cosas y decían la verdad y esperaban, por todos, la edad dorada que terminaría con la opresión y la tristeza. Y el artista sabía que allí, por todo ese nevado país, miles y miles de judíos lo esperaban siempre y cuando estaba con ellos sentía que algo los fundía a todos, una honda alegría indestructible que florecía sobre el velado tono menor y atribulado de su música, una alegría en la que ellos lo necesitaban a él porque era la voz de todos; él, que era apenas un artista niño, un rey harapiento; él que era el corazón del mundo.
Después los pueblitos ardieron. El humo oscureció el cielo. Todo aquello empezó a morir. Mil años de vida judía en Europa oriental empezaron a morir. Huyó a Buenos Aires. Y aquí vendió su acordeón porque ya nadie le escucharía por las calles. Descubrió aquel sótano. Después los diarios idish le dijeron que allí todo había terminado.
Ahora componía y componía, sudando dentro de sus baratas y gruesas camisas a cuadros, en el sótano, y solía tocar su música para sus paisanos, cuando lo llamaban para algún casamiento. Pero cada vez las tocaba menos, porque sus paisanos se iban muriendo.
- ¡Llegó! - dijo la cordial voz de bajo del sastre, su vecino de gran nariz enrojecida de frío. Venga a tomar un vaso de té. - Había asomado la cabeza por la puerta -. ¿Qué lo hizo venir tan temprano, hoy? - dijo hablando en idish. Porque todos hablaban idish. El sastre, la mujer, el artista.
Entró en la pieza del sastre que tenía un empapelado floreado con manchas de humedad y en la araña ardía una sola lámpara. Por el balcón se veía un cartel colgado de la baranda, sobre la calle: “Sastrería Al Caballero Elegante, créditos, casimires, modelos de última moda, rebajas”. La sastrería era esa pieza de hotel.
- ¿Y cómo está mi gatito, mi “kétzele”? - preguntó el sastre. - Su gatito, pensó el artista mientras, en el frío húmedo que destilaban las paredes, se calentaba las manos, largas, delgadas y arrugadas, con el vapor que salía por el pico de la pava, puesta sobre el calentador. Miró los vidrios de la ventana opacados por vahos de frío y apartó con el pie unos retazos de tela esparcidos por el piso. Ahora el sastre tomaba su té junto a la deshilachada cortina con flecos y apoyaba el vaso en los mosaicos, junto a la gran tijera, sentado en una silla baja de asiento de paja, con un saco sobre las rodillas. El artista trató de encender la modesta estufa que tenían a medias con el sastre, porque ellos tres eran los únicos judíos del hotel.
Sí. El otro le había regalado el gato cuando tenía figura de recién nacido y había llegado misteriosamente a su puerta. Ahora pensaba que eso era un signo, un prenuncio de lo que estaba ocurriendo, con ése, que ahora sabía que era un gato dorado, un ser mágico y leve que poseía lo maravilloso.


 Germán Rozenmacher nació el 27 de marzo de 1936 en la ciudad de Buenos Aires y en el seno de una familia judía ortodoxa y muy humilde. Su padre había llegado de Rusia y era un valorado cantor de sinagoga en el barrio de Once. Rozenmacher completó el seminario judío pensando inicialmente ser rabino. Su amigo Roberto Cossa afirmará más tarde que Rozenmacher "fue un desarraigado en su propio país hasta los 20 años, cuando empezó a descubrirse a sí mismo y al mundo que lo rodeaba".
Tras un breve paso por la Facultad de Derecho, continuó sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras, convirtiéndose pronto en un prolífico escritor, dramaturgo y periodista notable.
Su primer libro de cuentos, Cabecita negra, al cual pertenece el cuento El gato dorado, fue un hito del boom editorial de los años sesenta, al cual le siguió Los ojos del tigre, y numerosas obras de teatro, entre las que se destacó Requiem para un viernes a la noche estrenada con gran resonancia, en el Teatro IFT en 1964.
Escribió algunos de los cuentos más entrañables de la narrativa argentina. Como intelectual, transitó intensamente las contradicciones de su tiempo. Con la tradición judía argentina y las tensiones políticas de su época como dimensiones fundamentales de su obra, Rozenmacher desarrolló una perspectiva que supo escapar a la disyuntiva entre realismo y vanguardia.
Falleció, accidentalmente, muy joven, a los 35 años.
Desde 1999 el Centro Cultural Ricardo Rojas entrega un premio para dramaturgos jóvenes con su nombre.
Germán Rozenmacher dejó sembrada en diversos medios una vasta producción reunida recientemente por la Biblioteca Nacional en una edición de sus obras completas.

El día D y la Shoá

Por Jack Fuchs

Nota publicada hoy en la contratapa del diario Página 12.

http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-248890-2014-06-19.html

viernes, 13 de junio de 2014

Misceláneas judías para la pausa del Sábado

15 de Sivan de 5774

Martín Buber nació en Viena en 1878. Realizó sus estudios en esa ciudad, en Liepzig y en Berlín. Fue redactor del periódico Die Welt del Movimiento Sionista y fundador del Der Jude. Hombre de una vastísima formación judía y honda sensibilidad hacia su tiempo, Martin Buber fue, desde 1923 hasta el ascenso de Hitler al poder, profesor de la Universidad de Frankfurt donde enseñó teología judía e historia de las religiones. En 1920 había creado con Franz Rosenzweig la Freies Jüdisches Lehrhaus (Academia Judía Libre), que a partir del acceso de Hitler al poder, se convirtió en el más importante centro de educación para judía adultos anterior a la Segunda Guerra Mundial, debido a la prohibición de asistencia de los judíos a las escuelas públicas. Esto ocurrió a pesar de que el partido nazi obstruyó todo lo posible esta organización.
Al ser expulsado de la Universidad por las disposiciones establecidas por los nazis, Buber decide emigrar con su familia a Eretz Israel, lo que concreta tiempo después, en 1938, y es nombrado profesor de Filosofía Social en la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde enseñó hasta su jubilación en 1951.
Escritor de obras fundamentales, entre ellas, Yo y tú, ¿Qué es el hombre? y Eclipse de Dios, se lo conoce como el padre de las filosofías del diálogo y además uno de los más importantes estudiosos del jasidismo.
Murió hace 49 años, el 13 de junio de 1965. Lo honramos a través de las palabras de Roger Calles, director de la Editorial Lilmod, quien epilogó Imágenes del bien y del mal de Martin Buber (Lilmod, Buenos Aires, 2006).

*****************

Imágenes del bien y del mal de Martin Buber
Epílogo de Roger Calles (fragmento)

“El trabajo de toda la vida de Buber estuvo orientado a mostrar que la verdadera decisión vital de los hombres no es la disputa entre distintas creencias, sino confiar en el encuentro del hombre con el hombre. El verdadero problema de hoy es el ateísmo, entendido no como el que no cree en una verdad, en la ciencia o en un saber, sino como el que no cree en que la presencia del otro y, por lo tanto, en el vínculo con él, es el sustento de su sentido en el mundo.
El ateo de Buber es aquel cuya emuná está adormecida, es aquel que tiene a su yo como eje central de su realización. El individualismo constituye una de las formas más cerradas de existir. Aun más que las que implica creer en un dogma, porque por lo menos el que cree en un dogma confía en los otros que creen en el mismo dogma. Es cierto que el dogmatismo ha llevado a la muerte a los que no creen como uno, pero el individualista, preocupado y ocupado en su propia vida, deja que miles mueran porque no son de su incumbencia. En el primer caso es fácil señalar al individuo como responsable pero, en el segundo, la conciencia de la responsabilidad está tan ahogada, que las personas se excusan diciendo que no son responsables. Responsables son los otros.
El gran síntoma de la crisis de nuestra época es, según Buber, la desconfianza; y la difícil salida, quizá la única posible, es empezar a recorrer el camino que va de la existencial desconfianza a la existencia genuina del diálogo. Si uno cree que la plenitud de nuestras vidas depende de nuestro propio ser y hacer, y que el otro es un medio necesario para conseguirla, entonces mientras persista esta visión-actitud no aparecerá un futuro para el hombre. Por este camino será difícil generar una sociedad que tienda a disminuir el aisalmiento y el sufrimiento. Este es su mensaje. Hubo momentos en la historia en que los filósofos se comprometieron con los destinos de los pueblos, buscando resolver los problemas que los aquejaban, y contribuyendo a cambiar y a forjar nuevas concepciones del mundo. Hay otras épocas, como ésta, donde prepondera una cierta tendencia al academicismo. El pensamiento tiende a encerrarse en sí mismo y, finalmente, confunde las palabras que surgen de sus construcciones lógicas con las palabras que surgen del diálogo con la vida. La crisis de representatividad no sólo está en los políticos, sino también en los filósofos. Quizá sea tiempo de que empecemos por reformular nuestra concepción del hombre.
No faltará quien pregunte: ¿este es el gran cambio, es ésta toda la propuesta? Algunos dirán que la propuesta de Buber es idílica, que la relación yo-tú es una relación de amor o de amistad espiritual de excepción. ¿Qué pasa cuando nos encontramos en una situación de conflicto y oposición con el otro? Buber responde: “La relación yo-tú puede ganar toda su grandeza y fuerza precisamente ahí donde dos hombres se encuentran sin ningún lazo espiritual en común, incluso hasta con disposiciones opuestas. Aun así, oponiéndose uno al otro, en el conflicto más severo, ambos se dan por enterados y reconocen el significado y las intenciones del otro, se aceptan y confirman a la otra persona en toda su particularidad. En esta común situación de estar peleándose uno con el otro, uno mantiene presente la vivencia y la presencia del otro lado a través de estar viviendo esa situación. Esto no es ninguna amistad, ninguna relación idílica, es sólo la camaradería de la criatura humana que ha alcanzado su realización en la dura realidad terrenal, es lo común en las diferencias”.
Si al otro le damos verdadero estatus de otro, entonces los conflictos pasan a ser portadores de soluciones y creación, y no de destrucción. La pregunta debería ser, entonces, reformulada de la siguiente manera: ¿permitiremos que el lenguaje buberiano cale en lo profundo de nuestros corazones? ¿Seremos capaces de tanto?”

martes, 10 de junio de 2014

EUROPA Y LA XENOFOBIA

¿Hacia dónde vamos? Breve análisis de un peligro mayúsculo

Para nuestra identidad judía, el conocimiento de la historia de nuestro pueblo es relevante. En muchísimos casos, hemos escuchado de miembros de nuestras familias – padres, abuelos, bisabuelos – historias de sistemáticas discriminaciones. La Shoah es el ejemplo más trágico. Tomar distancia de estos acontecimientos, contradice la dignidad de la existencia, del convivir con nuestros semejantes. No es para nada casual que en Israel exista Yad VaShem y que en las mayores capitales del mundo, museos de la Shoah transmitan estas historias.
Pero vemos que, al menos hoy en Europa, no alcanza. Tampoco alcanza la inmensa bibliografía sobre la xenofobia y el antisemitismo en particular – la más antigua de las discriminaciones – y las innumerables obras de arte que, a partir de la creación, denuncian y se rebelan contra estos hechos. No alcanzan para nada.
Veamos, según una breve crónica de hechos, qué sucede en la Europa de este tiempo degradante.

  1. Las políticas de austeridad en gran parte de Europa han aumentado a cifras elevadísimas la desocupación. Su consecuencia directa, el incremento acelerado de la pobreza y de la tasa de suicidios. Es decir, la esperanza de vida digna, fusilada.

  1. Las agrupaciones políticas ultraderechistas, es decir, xenófobas, racistas y anti inmigratorias, han recobrado enorme fuerza y rápida aprobación de amplios sectores de las correspondientes poblaciones. Recuérdese la situación de la República de Weimar en la Alemania de la década del ´30 y el advenimiento de Hitler y el nazismo.

  1. En Gran Bretaña, el Partido de la Independencia (¡valga denominación!) logró casi el 30% de los votos, es decir, más que los tradicionales partidos conservadores y laboristas. Su propaganda se basó en la desocupación europea y en “denunciar” a quienes están detrás de los trabajos. “Tomemos, decían, de nuevo el control de nuestro país”. Una pinturita.

  1. El Frente Nacional de Marine Le Pen, en Francia, obtuvo uno de cada cuatro votos, superando a los otros partidos. El padre de la nombrada, fundador de este partido xenófobo, expresó su flagrante antisemitismo en muchas ocasiones y su elogio a los campos nazis. No hace mucho, dijo: “El brote de virus de Ebola, que mató a casi 200 personas en Africa, podría reducir el número de posibles inmigrantes a Francia”. Sin comentarios.

  1. En Austria, el “Freedom Party”, tercero en las elecciones, sacó el 20% de los votos. Es la representación de la ultraderecha.

  1. En Hungría, la ultraderecha virulentamente antisemita, logró el 21% de los votos y en Grecia “Aguila Dorada”, partido neonazi, obtuvo el tercer lugar. No solo hace declaraciones racistas. Se dedica a limpiezas étnicas en lugares con inmigración turca y de otras minorías.
Las denuncias de estos procederes les trajo más votos.
Otra vez, el maldito recurso del “chivo emisario” en plena vigencia en la “civilización occidental en Europa”. Nuevamente, los excluidos, peligrosos enemigos que es necesario tratar de aislarlos, de recortarles sus derechos, de arrojarlos de la Europa civilizada e impedirles su ingreso para ocupar lugares y trabajos que de manera alguna les corresponde.
Sin duda, tomando estos datos tan significativos, estas incalificables agresiones, esta extendida enfermedad xenófoba con posibilidades de transformarse en pandemia, da excelentes resultados electorales.
Las desigualdades provocadas por las tremendas políticas de austeridad, políticas que descreen de la igualdad de los seres humanos y transmiten con éxito sus postulados racistas, son uno de los principales puntos de partida de la xenofobia europea y sus consecuencias.

Gerardo Mazur
Departamento de Cultura

viernes, 6 de junio de 2014

Misceláneas judías para la pausa del Sábado

8 de Sivan de 5774
 
Philip Roth se despide












En los años cincuenta y sesenta, un grupo de novelistas norteamericanos tomó el relevo de la famosa "generación perdida". Sus nombres: Saul Bellow, Bernard Malamud, Norman Mailer, todos ellos de procedencia judía. El más joven era un tal Philip Roth. Los cuatro sucedieron a un autor formidable, considerado el padre de la narrativa judía estadounidense, un escritor de origen ucraniano tardíamente reconocido: Henry Roth.
Philip Roth, nacido en Nueva Jersey en 1933, nos dejó, después de más de 50 años de escritura, las mejores novelas, conmovedoras y a la vez transgresoras obras maestras de la literatura contemporánea : El lamento de Portnoy, La visita al maestro, Sale el espectro, Operación Shylock, El teatro de Sabbath, Pastoral americana, La conjura contra América, por nombrar sólo algunas de una treintena de textos publicados.
Recibió numerosos y prestigiosos premios, el último fue el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
Hacia fines de 2012, Roth anunció que no volvería a publicar libros: "Estaba equivocado. La lucha con la escritura terminó. Realmente es un gran alivio, algo cercano a una experiencia sublime, sólo tener la muerte como preocupación". Ahora, semanas atrás, protagonizó en Nueva York la que llamó su última lectura pública con la cual se despide. Philip Roth ha llegado al tramo final y entrega la pluma.

Transcribimos en este espacio, un fragmento magistral de su novela Patrimonio (Seix Barral, 2003), un impresionante libro de memorias en donde se despidió de su padre, Herman Roth, un viudo de ochenta y seis años, un agente de seguros jubilado que lucha por su vida contra un tumor cerebral.


“Se encogió de hombros, y entonces lo comprendí: no había querido que el rabino supiera lo que tenía en mente, por miedo a lo que aquel joven de veintitrés años, a quien él tanto respetaba, pudiera pensar de un judío dispuesto a tirar por ahí sus tefelines. ¿O también en este punto me equivocaba? Bien podía ser que en ningún momento hubiera pensado en el rabino; bien podía ser que se le hubiera presentado, como una súbita revelación, el conocimiento de que en aquel lugar secreto en que los judíos permanecían desnudos, sin avergonzarse unos de otros, le era posible dejar sus tefelines para que allí descansaran, libres de todo riesgo; la noción de que el sitio donde sus tefelines no sufrirían daño alguno, donde nadie los profanaría ni los sometería a mancilla, donde incluso podía ser que les restituyeran la santidad, era entre aquellas barrigas y aquellos testículos judíos, tan familiares. Quizá lo que su acción significaba no era que le diese vergüenza comparecer ante el joven educando de rabino, quizá fuera una especie de declaración por su parte de que el vestuario de hombres de la YHMA se hallaba, con respecto al corazón del judaísmo a que él se había atenido su vida, más cerca que el despacho del rabino en la sinagoga, de modo que nada podría haber resultado más artificioso que acudir con los tefelines al rabino, ni aunque éste hubiera tenido cien años y una barba hasta los pies.
Sí, el vestuario de la YHMA, donde se desnudaban, donde sudaban (“schvitz”, en yiddish), donde expandían su mal olor, donde – hombres entre hombres, sabiéndose de memoria cada rincón y cada ranura de sus cuerpos gastados y deformes – alternaban contándose chistes verdes y donde, antaño, habían cerrado sus acuerdos comerciales... Ese era su templo, y allí era donde seguían siendo judíos.”

miércoles, 4 de junio de 2014

Curso: "El Arte en el Cine"

A cargo del prof. MARIO BER

Jueves 19/06: Marc Chagall
Film: “Chagall, a la Rusia, a los asnos y a los otros” de François Lévy-Kuentz.
Jueves 26/06: Fernando Botero 
Film: “Botero, nacido en Medellín”, de Peter Schamoni.
Jueves 3/07: Vincent Van Gogh 
Film: “El loco de pelo rojo” de Vincente Minnelli.
Jueves 10/07: Chaim Soutine
Film: “ Chaim Soutine” de Murielle Levy.
Jueves 17/07: José Gurvich 
Film: “José Gurvich : un canto a la vida” de Alicia Haber y Martín Gurvich.


Los Jueves, a las 19.00 hs.
Lugar: Biblioteca Popular “Alberto Gerchunoff”
Informes e inscripción en Biblioteca o cultura@hebraica.org.ar
Actividad gratuita para socios

martes, 3 de junio de 2014

Jag haShavuot- Zman Matán Torá

Fragmento de "Patria / exilio" (*) de George Steiner

Desde la destrucción del Segundo Templo hasta 1948, el destino de las comunidades judías fue la dispersión y la amenaza recurrente (aunque no hay que olvidar cuántos judíos llevaron una vida más o menos normal, incluso feliz, dentro de los límites de su posición marginal). En el mejor de los casos, se ejercía la tolerancia y hasta la salvaguarda del remanente de un misterio arcaico de revelación y rechazo, útil desde el punto de vista económico pero ante el cual se sentía desconfianza y desprecio. Incluso la emancipación de los judíos europeos occidentales durante la Ilustración y en el siglo XIX fue solo parcial. Las exclusiones profesionales y sociales persistieron aun dentro de una sociedad más liberal. En cierto modo, sigue siendo así hasta el día de hoy. La excepción anglo-estadounidense se debió a causas y particularidades  muchas de las cuales no se entienden del todo hasta el día de hoy (¿el papel dominante de la Biblia en las estrategias y mitologías del protestantismo?). Aún así – para utilizar la sardónica imagen de Heine – el bautismo era  frecuentemente un pasaporte necesario para mejorar la suerte y prosperar. La irrupción y la perpetración de la Shoá volverían inequívoca e insoportable la fragilidad, la casi fatalidad de la condición judía. De ahí provino el milagro necesario de Israel.
Esta condición lamentable, esta capacidad de resistencia muy a menudo al borde del desastre, llevaba consigo una inmensa compensación moral. Desprovisto de poder, despojado de recursos políticos, el judaísmo de la diáspora dejó tras de sí las ferocidades tribales, la xenofobia y la arrogancia racial del Libro de Josué y otros textos triunfalistas del Pentateuco. Los judíos no podían hacer de otros “leñadores y aguateros”. El judaísmo no podía ejercer esa intolerancia religiosa y étnica que distingue al antiguo Israel del relajado politeísmo de la Grecia clásica y del a menudo cínico sincretismo de la civilitas romana.
En ese gueto a través del tiempo que definió la supervivencia judía, los judíos no podían hacer que otros hombres y mujeres perdieran su casa, humillarlos, matarlos ni torturarlos.
Para mí, esa incapacidad, por difícil y costosa que fuera, constituye una segunda alianza tan crucial como la contraída en el monte Sinaí, una segunda elección. “No despojarás a otro ser humano de su casa, no lo humillarás porque es distinto de ti, no pondrás sobre él la mano infernal de la tortura”. Porque aquel que tortura renuncia a su humanidad, fuera cuales fuesen las circunstancias. La observancia de esa segunda alianza, por mucho que viniera impuesta por limitaciones históricas y sociales, invistió a los judíos de una aristocracia moral, una singularidad entre las naciones mucho más noble, mucho más envidiable que la de ninguna otra. Es la que autorizó a Albert Einstein, cuando el servicio de inmigración le preguntó cuál era su raza, a contestar: “la humana”.
 
(*) de Identidades judías, modernidad y globalización, Paul Mendes-Flohr, Yom Tov Assis y Leonardo Senkman (eds), Editorial Lilmod, Buenos Aires,  2007.
                                                               ******************

George Steiner (París, 1929) nació en el seno de una familia judía de origen vienés.Su primera educación la recibió en un Liceo parisino y luego en el Liceo Francés de Nueva York, tras haberse trasladado con su familia en 1940 para huir del nazismo.
Prominente crítico y teórico de la literatura y de la cultura , profesor y escritor.  Su obra tiende a la exploración, con reconocida brillantez, de temas culturales y filosóficos de interés permanente y ha ejercido una importante influencia en el discurso intelectual público de los últimos cincuenta años.