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viernes, 28 de septiembre de 2012

Misceláneas judías para la pausa del Sábado



Viernes 28 de Septiembre de 2012 - 12 de Tishrei de 5773
JAG SUCOT SAMEAJ!!!

El etrog de aquel tzadik 
de Shmuel Iosef Agnon

Ustedes lo oyeron de quien lo hayan oído, yo lo oí de boca de un jasid, hijo de otro jasid, que lo había oído de su rabino, Rav Shlomó, el tzadik de Zawil, quien era descendiente en séptima generación de Rav Mijl, Hamaguid Hakadosh de Zlochov. Y seguramente las cosas sucedieron tal como las oí yo de aquel jasid que las había oído de su rabino, porque Rav Shlomó de Zawil lo había recibido de sus antepasados y lo relataba con sus mismas palabras, añadiendo sólo lo necesario para explicarlas. En realidad, sus agregados eran tan importantes como el asunto mismo.
Rav Mijl, (Hamaguid Hakadosh de Zlochov), era muy pobre, y su casa estaba siempre vacía. Muchas veces lo único que tenía era un mendrugo para los pobres, que ocultaba en su sombrero para algún necesitado que acudiera a su puerta. El tzadik era tan devoto de su Creador que no se ocupaba de sus propios asuntos, sino de las necesidades divinas: estudio, plegarias y buenas acciones.
La esposa de aquel tzadik conocía muy bien el alma de su piadoso marido. Hacía todo lo que podía para no afligirlo ni alejarlo de su sagrada tarea; no era como la mayor parte de las mujeres, que si no tienen comida en la casa se tornan irritables y fastidiosas.
Un año llegó la víspera de Sucot sin que la esposa tuviera con qué recibir la fiesta. Se dijo: “Le avisaré a mi marido, cuando me oiga, comprenderá mi aflicción”. Se acercó a la habitación del marido, se detuvo junto a la puerta y dijo: “Hoy es víspera de sucot y aún no tengo lo necesario para la fiesta”.
El tzadik se levantó de la silla; asomó la cabeza de debajo del talit, puso la mano sobre los tefilin y le dijo: “Tú te preocupas por la carne y el pescado, y yo me preocupo porque aún no tengo un etrog”.
Ella besó la mezuzá y salió del cuarto acongojada.
Aquel tzadik recorrió la casa entera buscando algo para vender, y de esa manera comprar un etrog. Revisó todo, pero no halló nada cuyo precio pudiera equivaler al de un etrog.
Palpó sus tefilin y reflexionó: Los nueve días de Sucot se acercran, y durante ellos no debo colocarme los tefilin. Mis tefilin fueron escritos por un hombre santo, que escribió cada letra en santidad y pureza; muchas personas lo buscan y están dispuestas a pagar un alto precio por ellos. Los venderé, y con ese dinero compraré un etrog.
Rav Mijl se quitó los tefilin, fue al Beit Midrash y preguntó: “¿Quién quiere comprar mis tefilin? Un hombre se puso de pie y le dijo: “Yo quiero”; tomó una moneda de oro, se la dio al tzadik, y este le entregó los tefilin.
El tzadik tomó el dinero y corrió a comprar un etrog. Vió uno hermoso y oyó que pedían por él una moneda de oro. Entregó su moneda y se llevó el etrog. Un verdadero tzadik no regatea el precio cuando debe comprar algo para cumplir algún precepto, cuánto más si se trata de un etrog, del que se dice: “…Y tomaréis el primer día ramas con fruto de árbol hermoso… y os regocijaréis delante de vuestro Dios…”
Rav Mijl retornó a su casa muy alegre por haber obtenido un hermoso etrog. Entró a la Sucá para ordenar algunas cosas y volvió a encerrarse en su habitación.
Se sentó y colocó el etrog frente a sí, reflexionando acerca de los numerosos preceptos que Dios ha dado a su pueblo en los sagrados días de Sucot.
La esposa oyó que su marido había estado en el mercado y entró a la habitación. Vió su rostro radiante de alegría y supuso que había conseguido todo lo necesario para la fiesta. Le dijo: “Veo que estás contento, seguramente nos has traído todo lo necesario; dámelo porque el día está por terminar”.
El tzadik se levantó de la silla, se cubrió los ojos con la mano y dijo: “Alabado sea Dios, que me ha concedido su gracia dándome todo lo que necesito”.
La esposa aguardaba de pie. El tzadik volvió a sentarse y le narró que había conseguido un hermoso etrog.
Ella le preguntó: “¿De dónde sacaste el dinero para comprar un etrog?. El le contestó: “Vendí mis tefilin por una moneda de oro, y así compré el etrog”. Ella le dijo: “Entonces dame el vuelto”. El replicó: “No tengo vuelto. Usé todo el dinero que me habían dado por los tefilin para pagar el etrog”. Y con gran entusiasmo comenzó a enumerar sus cualidades.
La esposa se tragó las lágrimas y dijo: “Quiero ver lo que has comprado”. El tzadik desenvolvió el etrog, que resplandeció de hermosura y esparció su fragancia. La esposa dijo: “Dámelo, para contemplarlo”. Tendió la mano y lo tomó.
Recordó el dolor de sus hijos, que no tenían qué comer, y el primer día de Sucot, que llegaba sin que ella tuviera con qué recibirlo. Le temblaron las manos a causa de la aflicción, y el etrog resbaló y cayó. Al caer se le quebró el cabillo, no siendo ya apto para la bendición.
El tzadik vió que su etrog ya no era apto para la bendición. Extendió ambas manos con desesperación y dijo: “No tengo tefilin, no tengo etrog, solo me queda la ira. Pero no me enojaré, no me enojaré”.
Y aquel jasid que me narró la historia me dijo que había preguntado a su rabino cómo sucedieron las cosas en realidad, y este le respondió: Así han ocurrido, tal como te las he relatado. Y el rabino añadió: la nuera de Hamaguid Hakadosh (esposa de Rabi Iosef de Iampol) lo refirió a su consuegro, Rabí Baruj de Mezibosh, pues el día en que esto sucedió ella se hallaba en la casa de Rav Mijl y vió todo con sus propios ojos. Cuando narró el suceso a Rabí Baruj de Mezibosh, éste le dijo: Consuegra, cuéntemelo de nuevo, desde el principio hasta el final. Esta historia merece ser oída dos veces.

 


Shmuel Iosef Agnon (1888-1970)
Uno de los mayores prosistas de la moderna literatura hebrea, nació en Buczacz, pueblito de la Galitzia polaca y se radicó en la entonces Eretz Israel en 1924, pasando a formar, desde entonces, parte inseparable de la ciudad de Jerusalem. Autor de novelas y cuentos recorridos por un místico hálito de simbolismo, Agnón recibió el Premio Nobel de literatura en 1966, compartido con la poetisa judeo alemana Nelly Sachs.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Misceláneas judías para la pausa del Sábado



Viernes 21 de Septiembre de 2012 - 5 de Tishrei de 5773 


Selección de cuentos, relatos, poemas y fragmentos de las letras judías, de los más diversos autores y de todas las épocas, seleccionados del archivo bibliográfico de la Biblioteca Popular “Alberto Gerchunoff”, con el fin de “iluminar”, a través de la lectura, ese momento particular de la semana : “la pausa del sábado”, como lo llamó tan secular y poéticamente, el poeta judeo argentino César Tiempo . 
GMAR JATIMÁ TOVÁ !!!

Los judíos
de  Yehuda Amijai (Würzburg, 3 de mayo de 1924 – Jerusalén 22 de septiembre de 2000)

Los judíos son como fotografías expuestas en un aparador
todos juntos en distintos tamaños, vivos y muertos,
novios y novias, muchachos en su bar-mitzvá con sus bebés.
Y hay retratos reconstruidos de viejas fotos amarillentas.
Y a veces llegan y rompen la vitrina
y queman las fotos. Y entonces son fotografiados nuevamente, revelados
y expuestos una vez más dolientes y sonrientes.

Rembrandt los pintó envueltos en turbantes
turcos en la belleza de su oro opaco.
Chagall los pintó flotando en el aire
y yo los pinto como mi padre y mi madre.
Los judíos son la reserva de un bosque primigenio
cuyos árboles se alzan apretados que ni los muertos
podrían yacer. Se apoyan, parados, sobre los vivos
y no se pueden distinguir. Sólo que el fuego
quemará a los muertos más rápido.

¿Y qué hay de Dios? Dios ha permanecido
como el perfume de una hermosa mujer que alguna vez pasó
sobre sus rostros sin que su cara se viera,
dejando su fragancia, aromas diversos,
creador de varios perfumes.

Un hombre judío recuerda la Sucá en la casa de su abuelo.
Y la Sucá recuerda por él
la peregrinación en el desierto que a su vez recuerda
la compasión por la juventud[1] y las piedras de las Tablas de la Ley
y el oro del becerro y el hambre y la sed
que recuerdan a Egipto.

¿Y qué hay de Dios? Según el contrato
de divorcio del paraíso y del Templo,
Dios ve a sus hijos sólo una vez
por año en el Día del Perdón.

Los judíos no son un pueblo histórico
ni un pueblo arqueológico siquiera, los judíos
son un pueblo geológico con grietas
y derrumbes y capas y lava ardiente.
Su historia debe medirse
con otra escala.


Los judíos roídos por el dolor y pulidos por el tormento
como piedrecillas junto al mar.
La ventaja de los judíos está solamente en su muerte,
como la ventaja de las piedrecillas sobre el resto de las piedras:
cuando una mano fuerte las arroja,
saltan dos o tres veces
sobre el agua antes de hundirse.

Hace poco me encontré con una bella mujer
cuyo abuelo me circuncidó
mucho antes de que ella naciera. Le dije,
ni tú me conoces ni yo a ti,
pero nosotros somos el pueblo judío,
tu difunto abuelo, yo el circunciso y tú, su bella nieta
de cabellera dorada: somos el pueblo judío.

¿Y qué hay de Dios? Cantábamos
“no hay como nuestro Dios” y ahora cantamos “no hay Dios”,
pero cantamos, nosotros todavía cantamos.


Traducción: Claudia Kerik


[1] Jeremías 2: 2.

Yehuda Amijai, revolucionario y dueño de casa  por Amos Oz  

Palabras de Amos Oz, pronunciadas con motivo del fallecimiento de Yehuda Amijai


Yehuda Amijai

Hace más de cuarenta años apareció Yehuda Amijai, un poeta joven cuyos poemas hablaban con una voz cotidiana y produjo una “revolución cívica”. Cambió una escala de valores completa.(...) Él se atrevió, en una época de militancia nacional y clasista, a decir: “La pequeñez del día a día, la santidad de la vida cotidiana”. En su revolución, Amijai condujo su poesía desde lo público, lo histórico, lo guerrero y lo general a lo íntimo, lo casero, lo prosaico, lo corriente. Así, cuando leemos a Amijai, sentimos como si escribiese en nuestra casa, en la cocina o en el dormitorio de los niños, o en nuestra alcoba, en el jardín o en la sala de estar. Hoy en día parece obvio, pero entonces, fue una revolución.
Este hombre, el poeta más hogareño de nuestra poesía -el poeta de las escaleras, del jardín, del hall, de la cama matrimonial- fue a la vez un poeta religioso y antirreligioso. En realidad, Yehuda Amijai no fue un hombre laico. Dios entraba y salía de su sala de estar no menos que el electricista o el plomero, no menos que el vecino o que su amada. Dios es un íntimo amigo de la casa y Amijai mantiene con Él un diálogo personal y habla con Él con dureza. Al mismo tiempo, Amijai es un poeta antirreligioso, porque odia la religión institucionalizada, la religión nacionalista, la religión mesiánica, la que se transforma en herramienta en manos de las legiones que marchan a la conquista.
Este poeta hogareño mantuvo conversaciones, casi a diario, con la historia judía, con la Biblia, con la Antigua Jerusalén, con sus padres muertos, con generaciones anteriores de judíos, con la lengua hebrea. Todo, como un hombre que dialoga con su vecino. Habla con los héroes bíblicos -con el rey Saúl, David y los profetas- como se habla con conocidos y vecinos. A veces, quejándose; otras, con una sonrisa indulgente.
(...) Amijai nos recuerda que la cultura de Israel no habita la sinagoga, no vive en las sagradas sepulturas, sino en nuestra lengua, por todas las generaciones. La cultura de Israel no reside en algún Shulján Aruj o en la orden de afeitar el cabello de las mujeres piadosas, sino que habita la lengua hebrea.
Desde este punto de vista, Amijai fue un amigo de la casa y también el dueño de casa de la cultura hebrea.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Andamiaje de Tertulias

 Ciclo: El espinoso diálogo de Jacques Lacan con: Spinoza, los estoicos, Althusser, Deleuze, Guattari, Negri, Ch.S. Peirce 

Proponemos realizar un andamiaje de ocho tertulias orientadas por preguntas surgidas a partir de un texto: La no-excomunión de Jacques Lacan. Cuando el psicoanálisis perdió a Spinoza. (El cuenco de Plata, Col. Teoría y ensayo, Bs.As. 2012) de José Attal.
Contaremos con la participación de investigadores con los cuales abordaremos en cada tertulia los diálogos que el libro sostiene con Spinoza, Louis Althusser; Charlers Sanders Peirce, Gilles Feleuze y Félix Guattari , Ch. S Pierce , Antonio Negri y los estoicos.

Septiembre
19/9: Ester Cohen, filósofa, expondrá: Lógica de los estoicos
26/9: Ester Cohen; La inmanencia  

Octubre
3/10: Florencia Abate: Acerca de Guattari  
10/10: Ester Cohen: Spinoza. (En la Biblioteca de la Sociedad Hebraica Argentina - 
Sarmiento 2233, C.A.B.A.)
17/10: Alejandro Lezama: Sobre Althusser
24 y 31 /10: Alberto Sladogna y Claudia Weiner: ¿El concepto de inconsciente está acabado?

Desde el miércoles 19 de septiembre hasta el miércoles 31 de octubre del 2012. 20,45hr hasta las 22,30hs. Concluiremos con una tertulia el lunes 5 de noviembre del 2012 a las 20,45hs., con la participación de José Attal, Eduardo Bernasconi, Hugo Cardoso, Stella Ocampo, Alberto Sladogna, Claudia Weiner y otros en un diálogo abierto a partir de lo formulado en el ciclo.
Las reuniones de septiembre y 3, 17, 24, 31 de octubre se llevaran a cabo en Escuela de Pasteleros, Av. Corrientes 4357,4to piso, CABA.  

La entrada es libre, inicia a la hora establecida. 
Informes:elsabersabor@gmail.com  
http://www.elsaborsaberdelpsicoanalisis.org

viernes, 14 de septiembre de 2012

Misceláneas judías para la pausa del sábado

Viernes 14 de Septiembre de 2012 - 27 de Elul 5772

Una cosa para cada tiempo (fragmento)
de Janan Nudel 

Si bien sabía que existe un tiempo para cada cosa, desconocía hasta hoy que existe una cosa para cada tiempo. Un tiempo para cada cosa me producía, por su carácter prejuicioso y limitante, una falta de libertad. Una vez pasado ese tiempo, la cosa ya no era posible, desconociendo aquello que define su individualidad. Una cosa para cada tiempo me impactó como un concepto abierto y creativo, permitiendo que el ser despliegue libremente su individualidad, de acuerdo a lo que necesita, coincida o no con lo que está programado para él. Toma conciencia de que puede seguir lo que fue programado para él y reprogramarse en función de sus necesidades reales, independiente a la determinación a la que lleguen sus pares. Cuando define las pautas de comportamiento para cada momento dar la vida, la sociedad delimita un ser y un hacer para cada edad. Un tiempo para cada cosa induce a tomar conciencia del tiempo en el que se está viviendo para saber qué es lo que se debe hacer y qué es lo que se debe necesitar. Si existe una cosa para cada tiempo, es el tiempo interior el que determina y el que permite que cada uno actúe como si fuera un niño, un adolescente, un adulto o un anciano, en cualquier momento de su vida, aceptando tener comportamientos que sólo se consideran aceptables para cada una de las edades. Un tiempo para cada cosa crea seres felices cuando coincide el tiempo para esa cosa con la cosa que ese ser necesita para su tiempo interior.

 Extraído de Abriendo laberintos de Janan Nudel, Fundación Alianza Cultural Hebrea, Bs. As., 2012

SHANÁ TOVÁ UMETUKÁ!!!

lunes, 10 de septiembre de 2012

La Biblioteca recomienda...




Short cuts de Raymond Carver
Viven en Los Angeles y no son las mejores personas del mundo. Tampoco las peores. Matrimonios, adulterios, alcoholismo, enfermedad, mentira y parientes explotan en estos nueve relatos del poeta y cuentista Raymond Carver (EEUU, 1938-1988).
Sus criaturas intentan hacerse cargo de sus vidas como pueden en cada uno de los breves y lacónicos episodios donde en lo inesperado siempre irrumpe lo llano y lo cotidiano con el estilo inconfundible de Carver.



El viajero del siglo de Andrés Neuman
Un viajero enigmático. Una ciudad en forma de laberinto. Cuando el viajero está a punto de marcharse, un insólito personaje lo detiene, cambiando para siempre su destino. Lo demás será amor y literatura.
El viajero del siglo propone un ambicioso experimento literario: leer el siglo XIX con la mirada del XXI. Un diálogo entre la gran novela clásica y las narrativas de vanguardia.
Andrés Neuman (Bs. As., 1977) despliega un  mosaico cultural, un puente entre la historia y los debates de nuestro presente global.




El testigo de Juan Villoro
Esta novela es una irónica revisión de los mitos del mundo contemporáneo y una exultante reivindicación de la poesía como sustrato perdurable en el caos de la historia.
Villoro (México, DF, 1956) es cada vez más reconocido como uno de los principales escritores latinoamericanos contemporáneos y uno de los grandes novelistas mexicanos. Colabora en revistas y numerosos periódicos. Es profesor de literatura en la UNAM e invitado por diversas universidades del mundo.





Las señoras de la calle Brenner de Angélica Gorodischer
Cuando las protagonistas de esta historia se ven por primera vez, la ciudad a su alrededor es un montón de escombros. Pronto ambas comprenden que sólo se tienen una a la otra para sobrevivir.
Escrita con la maestría característica de Gorodischer, Las señoras de la calle Brenner  es una novela sutil y engañosa en su manera de devanar una realidad que cambia a medida que se suceden los escenarios y las miradas de quienes se deslizan hacia un futuro incierto, y no escapa al usual, aunque no único, registro literario de Angélica Gorodischer, en donde las mujeres ocupan la punta de la pirámide.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Misceláneas judías para la pausa del Sábado

Selección de cuentos, relatos, poemas y fragmentos de las letras judías, de los más diversos autores y de todas las épocas, seleccionados del archivo bibliográfico de la Biblioteca Popular “Alberto Gerchunoff”, con el fin de “iluminar”, a través de la lectura, ese momento particular de la semana : “la pausa del sábado”, como lo llamó tan secular y poéticamente, el poeta judeo argentino César Tiempo .
Viernes 7 de Septiembre de 2012 – 20 de Elul de 5772

Mate amargo (fragmento)
de Enrique Espinoza


No se arrepintió el tío Petacovsky de su arribo a la Argentina. Buenos Aires, la ciudad acerca de la cual había tenido tan peregrinas noticias en el buque, resultó muy de su agrado. Esperábanlo en el viejo Hotel de Inmigrantes dos cercanos parientes de la mujer y algunos amigos.
Gracias a ellos – a quienes ya debía parte del pasaje – logró instalarse en seguida bajo techo seguro. Fue en una pieza subalquilada a cierta familia criolla en el antiguo barrio de los Corrales. Para instalarse allá, tanto el tío Petacovsky como su mujer, tuvieron que dejar a un lado escrúpulos religiosos: resolverse a vivir entre goim.
Jane Guitel, por cierto, resistióse un poco.
-         Dios mío! – clamaba - ¿Cómo voy a cocinar mi pescado relleno junto a la olla con puerco de una cristiana?
Pero cuando vió la cocina de tablas clavada frente a la pieza, como garita de centinela junto a una celda, no tardó en conformarse. Y la adaptación vino rápida, por cuanto la facilitaron los dueños de casa en el respeto a las extrañas costumbres de los judíos y en el generoso interés por ellos.
La misma discreta curiosidad que los criollos mostraban por la forma rara con que “la rusa” salaba la carne al sol, y el tío Petacovsky guardaba el sábado, la sentían los recién llegados por las manifestaciones de la vida argentina. De aquí que a los pocos días, ya todos se entendieran por gestos, y Jane Guitel fuera rebautizada con el nombre de Guillermina, por el segundo de los suyos, y el apelativo de doña en lugar del primero.
Por su parte, el tío Petacovsky aprendía a tomar mate sin azúcar, con los hijos d ela patrona: dos buenos y honrados muchachos argentinos. Y aunque, como gringo legítimo, les daba las gracias después de cada mate, no suspendía hasta el séptimo; pues encontraba al mate sin azúcar las mismas virtudes estomacales que su mujer atribuía al té con limón.
Después del mate amargo, las alpargatas criollas constituyeron el descubrimiento más a gusto del tío Petacovsky. Desde la primera mañana que salió a vender cuadros, las encontró insustituibles.
Sin ellas – juraba – jamás habría podido con ese endiablado oficio – tan de judío errante sin embargo – que le proporcionaron sus parientes.
Las alpargatas criollas y el mate amargo fueron los primeros síntomas de la adaptación del tío Petacovsky. Pero la prueba definitiva, la evidenció dos meses más tarde, concurriendo al entierro del general Mitre. Aquella imponente manifestación de duelo popular, lo conmovió hasta las lágrimas, y durante muchos años la recordó como la expresión más alta de una multitud acongojada por la muerte de un patriarca.
A fuer de israelita piadoso, el tío Petacovsky sabía de grandes patriarcas y grandes duelos.

Extraido de Espinoza, Enrique, La levita gris. Cuentos judíos de ambiente porteño, BABEL, Bs. As., 1924.

………………

Enrique Espinoza (1898 – 1986)

Samuel Glusberg, verdadero nombre de Enrique Espinoza, nació en Kischinev, Rusia. Llegó con su familia a Buenos Aires en 1905. A los dieciséis años, Glusberg era devoto de las lecturas de Tolstoi, Turguenev, Heinrich Heine y del filósofo judío-sefardí Baruch Spinoza. De estos dos últimos tomó su seudónimo.
Editor de libros y de revistas literarias que hicieron época, Samuel Glusberg fue un talentoso escritor y un casi invisible animador cultural, sin cuyo aporte no podría comprenderse el despliegue intelectual que tuvo lugar en la Argentina en los años '20 y '30. Fundó con Evar Méndez la mítica revista "Martín Fierro", y fue uno de los editores más activos de esas décadas.
En 1919 el joven Glusberg, socialista, acudió al consagrado Leopoldo Lugones, nacionalista, para que éste respaldara un congreso de estudiantes. A pesar de la diferencia de edad y de la distancia ideológica, el escritor consagrado y el novel sellaron una amistad para toda la vida. Lugones llevó a su joven amigo a trabajar con él a la Biblioteca del Maestro;  Glusberg se convirtió en su editor y ambos, Lugones como presidente y Glusberg como secretario, fundan en 1928 la Sociedad Argentina de Escritores. 

De izq. a der: Horacio Quiroga, Samuel Glusberg y Leopoldo Lugones

La editorial de Glusberg se llamaba "Babel", y ése era también el nombre de la revista que redactó entre 1921 y 1951. Simultáneamente, como "Enrique Espinoza", publicaba sus propios libros: "La levita gris", "Heine, el ángel y el león",  "Compañeros de viaje" y otros.  Instalado en Santiago de Chile continuó publicando allí la revista "Babel", hasta que el golpe de Pinochet lo empujó de nuevo a Buenos Aires. Fue asiduo colaborador de la revista literaria DAVAR, publicada por la Sociedad Hebraica.